jueves, 22 de mayo de 2008

De esclavos y lobbistas


Entonces como gran impostor escuchaba Vesti la Giubba, de esa opera de los payasos, “I pagliacci” de Leoncavallo... y después Caruso de Lucio Dalla (esa la tengo más clara). Ganas de llorar, entre las dos versiones de Pavarotti, la de Andrea Bocelli, y la de Dalla... ganas de llorar y de sentirse bien, de entender la satisfacción. Pero no.


Creo fervientemente que hay un punto en la vida de un hombre (sexo masculino) donde descubre a Brian Ferry. Después de eso uno se da cuenta de que en su vida lo único importante es encontrar la mejor versión de "Slave to love" o el mejor video en vivo de "Limbo" y ver Psicópata Americano tratando de buscar la equivalencia a ese peinado tan generacional, pero a la vez tan único. Y tararse cantando, porque es imposible seguirle el tempo (por lo menos en sus canciones más autónomas) y darse cuenta el por qué del odio que le tenía (y tiene) Brian Eno, de porque es tan básicamente funcional a cualquier emprendimiento, a ese nervio que él siempre está dispuesto a hacer perdurar; tendría que practicar años para poder hacer todas esas muecas que realiza con la cara, como si sus músculos reaccionaran directamente al sonido, como un espasmo sutil, tal vez la música sea eso. Pero centrándome nuevamente no en Ferry propiamente sino en su idea, lo que debería ser para la especie y para cualquier humano con un poco de sensibilidad; es que hay sencillamente algo en ese erotismo apolítico que le escupe a la ideología y aboga por la moral sentimental, como un postulado romántico acerca de lo imponente de las emociones cotidianas, que más allá de las camisas y los trajes, nos habla principalmente de lo superficial, de lo llano, eso que resulta tan complejo, y tan cool. Y que obviando las reminiscencias a Oscar Wilde, epicúreos y si jugamos un poco con lo intelectual, por qué no, a Nietzsche (entre tantos otros) nos transporta al plano de las formas, la despreocupación por el todo y la continuidad del manierismo, con lo volátil, lo liviano, flotando, Ferry flota y no lo busca, no se preocupa, pero flota.

Desde esas vueltas cristalizadas luego en destino, una audición para ser la voz principal en King Crimson un rebote y la bronca que le dio vida a Roxy Music (agradecemos al destino entonces) Bryan Ferry siempre fue esa idea que se muestra, ese Ferry perspicaz, que mira con fijeza puntos indescriptibles, invisibles al ojo común; ya sea pelo largo, ya sea ojos delineados, ya sea más rocker, ya sea más yuppie, ya sea más glam, ya sea art-pop, contracultural, comercial o british, las contradicciones son el juego y hacen en su conjunto un postulado: se niegan a sí mismas, Ferry con su liviandad las niega, simplemente por estilo, y porque demuestra (o intenta indirectamente demostrar) que eso no es importante, y esa imagen forzada, probablemente irreal, es la que a fin de lo que por esencia es una carrera, cuenta, nada más. Y si bien Avalon fue el sumun de las despreocupaciones que Roxy Music venía profesando (esa madurez del sonido definitivo) la ironía final, que devendría para el público en el principio de la carrera de solista de Ferry, es en realidad la salida de Eno lo que le da vía libre a Roxy Music para degustar la avaricia comercial y sin dudas desenvuelve el rollo artístico ya gastado, de un sector para la época muy gastado.

No es ingente pensar en cómo Ferry se reproduce involuntariamente, como un virus, desde la liviandad de la pantalla de un televisor, pasando por los bajos armoniosos en un estéreo. Su música (suya únicamente) invade los espacios y se instala, como un viejo una pipa y un sillón de una sola pieza, en el ambiente mental y se repite cual disco de vinilo (únicamente de vinilo) eterno, es la candidez conformista, elaborada y profunda, del placer sensorial. Todo, absolutamente todo en Ferry, en lo que proyectamos de él, está dispuesto como un gran sistema, todo un engranaje, en donde la suma de todas las partes conforma lo primordial: la pose; cada palabra, cada letra, cada movimiento, nota, sonido (probablemente involuntario) se predispone a sufrir, a ironizar, a satirizar, a divertir, o en su conjunto, como decimos, a relajar, y no pensar, no pensar pensando y principalmente sentir, culposamente sentir, inocentemente sentir. Sentir desde la imagen que nuestros ojos absorben, desde mi esfuerzo por condensar en él (uno más, uno del montón, algo especial)"todo".


Entonces, entre dandies, playboys y snobismo a ultranza, decimos, como premisa pura verdadera profunda e irrefutable, que Ferry es fuera de toda humanidad, simplemente es; es estilo puro.







Bryan Ferry is to Modern Music as Humphrey Bogart is to Classic Cinema. If you don’t get it, you don’t get it. But you do get it, or else you wouldn’t be here.