martes, 19 de mayo de 2009

Altro Bacio.



Pero yo no sé cómo homenajearlo.


Para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que congregar todos los odios
y además los aviones y los tanques
para batir al hombre de la paz
tuvieron que bombardearlo hacerlo llama
porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
tuvieron que desatar la guerra turbia
para vencer al hombre de la paz
y acallar su voz modesta y taladrante
tuvieron que empujar el terror hasta el abismo
y matar más para seguir matando
para batir al hombre de la paz
tuvieron que asesinarlo muchas veces
porque el hombre de la paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
tuvieron que imaginar que era una tropa
una armada una hueste una brigada
tuvieron que creer que era otro ejército
pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo
y tenía en sus manos un fusil y un mandato
y eran necesarios más tanques más rencores
más bombas más aviones más oprobios
porque el hombre del paz era una fortaleza
para matar al hombre de la paz
para golpear su frente limpia de pesadillas
tuvieron que convertirse en pesadilla
para vencer al hombre de la paz
tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte
matar y matar más para seguir matando
y condenarse a la blindada soledad
para matar al hombre que era un pueblo
tuvieron que quedarse sin el pueblo.
Mario Benedetti, Allende.

jueves, 7 de mayo de 2009

Come sinfonia


Como el lenguaje.

Ah, el amor imposible: sepa el júbilo,
lo saben ya los días y la casa,
no habrá un abrazo más ni un desayuno,
que el cuerpo entienda bien ¡nada de nada!

Desde hoy será morirse la palabra.
Mañana, es un buraco en el oscuro.
Y vos y yo, mi vida, quién pensara,
los dos, dos otra vez, ¿Qué sabe uno?

Te vas toda de párpado sin ojo,
cayó mi corazón por una pierna,
gritó nuestro destino el cartón lleno

de un epitafio dentro de un pimpollo.
Y, aún, qué buena suerte tanta pena:
pensá qué hubiera sido no querernos

Horacio Ferrer, El amor imposible.