On a morning from a Bogart movie/ in a country where they turn back time/ you go strolling through the crowd like Peter Lorre/ contemplating a crime/ she comes out of the sun in a silk dress running/ like a watercolour in the rain/ don't bother asking for explanations/ she'll just tell you that she came/ In the year of the cat...
(...)
(Al stewart, "The year of the cat")
Cuando escuché esa canción por primera vez me reí del título, pensé, profundamente preocupado: ¿Sería una cuestión horoscopal oriental? ¿Algo referente a algún "film noir" de los 40' o sencillamente una burda y popular referencia a la prostitución? No pensaba indagar en el asunto.
Pero bien seguía sonriendo procuraba acercarme más y más a la historia (propiamente dicha). Salí de mi oficina, como todos los viernes le dije a mi secretaria que me iba más temprano, antes de que el peso de toda la semana derribara eternamente mi voluntad de volver el lunes. Cuando sin esperarlo (y la verdad es que siempre lo espero) apareció ella ¿Mujer fatal? era una idea ¿por qué otra razón hubiera querido ser detective privado? -No tengo dinero, le advierto- me dijo sin abogar por mi piedad. -Pero necesito su ayuda- ahora sí un poco más transigente -y yo sé que solo usted puede ayudarme-. Lo pensé no más de 1 minuto cuando, y aunque mis bolsillos carecían de relleno, di cuenta de que ya me había inmiscuido en el misterio, simplemente por estar en este relato, así que no me negué a brindarle mis servicios, aunque sabía de por sí que los problemas serían demasiados.
Los gestos y los dejos de seducción que yo quería remarcar, a veces por fantasiosos que fueran, llenaban la escena y nos recordaban los papeles que cada uno ocupaba dentro de mi imaginario. -Métodos innovadores- le dije, -con el aval de las mejores agencias norteamericanas- grandilocuente y díscolo, de haberme visto de afuera de seguro me hubiera reído de mí mismo. Pero cada segundo que pasaba en el que ella me escuchaba callada, la realidad se hacía presente y más tristeza irradiaban sus ojos; intentos vanos por ponerle humor a la atmósfera, escuché atento. Su predicamento era un típico relato bohemio: matrimonio temprano por dinero, infidelidad, mafia y una hermana desaparecida. Sin saber exactamente por dónde empezar, pero en vistas de que la excitación por un caso así era inmensa, y más que nada en vistas de las caderas prominentes que destruían por completo mi atención, la cité al otro día, un domingo, en un pasaje oscuro de una calle aledaña, para darle mis primeras impresiones sobre el caso; conveniente para mí, tendría la noche entera para pensar qué decir.
Dos de la mañana, todo parecía tranquilo, un par de gatos amontonados en la basura, maullaban desesperados por comida; la vi venir de lejos, desde la otra esquina, para mí sorpresa sonreía, y caminaba despacio, el golpeteo de sus tacos, que sin duda remarcaban el esplendor de sus piernas, retumbaban... y entonces un disparo, y entonces me quedé sin fantasías, entonces corrí (como siempre) entonces el lunes volví al trabajo (como todos).
Aunque mi profesión sea muy llamativa, no escapa a la rutina.