That’s right, Rusty James. These are Siamese fighting fish.
Blanco y negro. Eran dos, dos en uno, él hábil con la moto, rápido con los puños, y misterioso de por sí. El otro era nostalgia, mirada escapada, y el rumbo infinito de una levedad, de una duda, duda que por privativa, estaba lejos, muy lejos, de ser un conflicto expuesto. Los dos eran bellos. Blanco y negro. No había otra posibilidad de existencia, los colores no eran una opción, la circunscripción a lo dual, a esos mundos acortados daba por elección un marco de pintura más amplio. Sólo por elección. Blanco y negro. Los colores viven, ellos lo sabían, ya no había salida posible. Salvajes e inciertos, conjugados en uno, un gris, entre la calle y el mundo de las ideas, entre la intelectualidad nata, y la ley de la calle. Blanco y negro. Gris. Relato perfecto, la metáfora de lo verdadero, hacia la elevación especifica. Arte.
Muerte, no había nada más perfecto que la muerte, no había nada mas encauzado a la muerte como ese gris. Más grande que la vida, su destino era la muerte, su peso era muerte, si no dejaba de ser, convertido a colores vivos. Blanco y negro. Gris. Fisuras de luz ¿Cómo describir en la ausencia de estructura? ¿Cómo describir bajo esa fascinación? Él era su propio lenguaje, con sus sentidos, sus significados, sus significantes. Él era el lenguaje de lo bello.
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