viernes, 12 de diciembre de 2008

Secreto.

English man in New York
(by Alexander Kagan)
(...)

Si están ajenas de sustancia las cosas/ y si esta numerosa Buenos Aires/ no es más que un sueño/ que erigen en compartida magia las almas,/ hay un instante/ en que peligra desaforadamente su ser/ y es el instante estremecido del alba,/ cuando son pocos los que sueñan el mundo/ y sólo algunos trasnochadores conservan,/ cenicienta y apenas bosquejada,/ la imagen de las calles/ que definirán después con los otros...

J. L. Borges, "Amanecer"



Debajo de las ruinas de esta ciudad por la cual solíamos vagar/ se esconde un sentimiento mucho más grande que todas esas batallas que hemos luchado/ niebla, fango/ dolor, muerte/ lo innegable, lo único/ eso que hay, eso que puedo ver, es mucho más de lo que puedo decir/ el tiempo construye puentes que tapan los abismos/ fortines alrededor de la tristeza, bloquean las salidas/ campos que marchitan algodón/ no tomaría más de un día reconstruir la ciudad/ pero los ríos corren fríos/ y las nubes no despejan/ los sentidos no resisten/ la razón sucumbe/ y lo que queda es la inexplicable e inentendible emoción/ que no da abasto para mantener en pie los pilares/ son sólo las calles vacías, de asfalto y granito/ que no llevan a ningún lado/ más allá de estas ruinas, que no quiero levantar.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Romance de Barrio

Manzi


-Soñar de vez en cuando...
-¿Ella te dijo eso?
-Sí, y fue muy clara
-Pero, y vos ¿Qué le dijiste?
-Que no.

Dos predicadores me decían que mi problema era que no creía ni en mí mismo. Lo primero que se me vino a la mente fue un tango: "... Hoy no creo ni en mí mismo, todo es grupo, todo es falso; y aquél, el que está más alto, es igual a los demás...". Me sonreí pensado en lo desvariada y divagante que puede llegar a ser mi mente, y en lo poco que me importa lo que me digan dos viejos predicadores del oeste. Aunque me percataba de que el análisis de un físico nuclear agnóstico, probablemente, hubiera resuelto lo mismo. Y lo peor era que yo no pensaba en otra cosa que no fuera en mí mismo, tal vez ahí estaba el problema.

Perdido entre tantas cosas de valor, valor real, valor cualitativo, mi valor, el valor de las cuestiones intrínsecamente subjetivas, pero delegadas. Sentí en mi piel cierta tristeza que no era mía, cierta codicia que era muy mía, cierta vejez que pronto me pertenecería, y comprendí como bien planteaba Aristipo de Cirene que las pasiones corpóreas son preferibles a los placeres mentales, por fuerza y por destino propio. Suprimir dolor mi único objetivo, mi dolor, el dolor diario, el dolor que incomoda, el que revuelve estómagos, pero el que no te enloquece, ese dolor burgués, que en pequeñas dosis es delicioso, pero que con el tiempo y en grandes cantidades es insoportable. Dolor que alguna vez fue oyente, fue clarificador, fue educador, fue hacedor de ideas.

Después de una vida de cruces y de cantos sufridos, peregrinaciones lejanas, era para mí necesario desprenderme de ese encierro barrial, y negándome a volver a ese lugar micro-fascista partí con ansias de encontrar el camino de orégano que me llevara hacia el dandismo, a un espacio anarco-individualista. Dejé de lado el "amor" de tres calles que conducían a una parada de colectivo, a una plaza que daba a una pared con un mural sobre Alejandra Pizarnik, a esa belleza muerta de un domingo a la tarde, a una angustia de calles con nombres ingentes. En fin, renegué y partí, porque no me quedaba otra, porque me obligaron.

"Estoy triste en la noche de colmillos de lobo" me acordé de Alejandra; absurdo como mi utopía Stirnerista, contraía enfermedades como la nostalgia y la melancolía, no había antídoto para el recuerdo. Por más que suprimir dolor fuera la idea, la idea no le ganaba a la emoción de lo único que me hacía sentir bien, nada como sufrir tres cuadras para un colectivo que tardara 2 horas, nada como ver un mural de Alejandra, nada como lo extraño, nada como el medio que no gusta pero que es medio para lo que sí gusta. Más triste que la primera vez, menos triste que la tercera, así contaba las cosas... Eso no era placer, era conformismo de llegar a tener placer, otra vez, otra vez.

Así llegué a donde estoy ahora, y me acordé de otro tango: "Tarde me di cuenta que al final se vive igual fingiendo". Y si bien Canet (el que escribió el tango) reniega de la idea, a mí me gusta pensar que tiene un uso más literal.

Tal vez de eso hablaba Aristipo.


Ceniza del tiempo la cita de abril,/ tu oscuro balcón, tu antiguo jardín/ las cartas trazadas con mano febril/ mintiendo que no, jurando que sí./ Retornan vencidas tu voz y mi voz/ trayendo al volver con tonos de horror,/ las culpas que nunca tuvimos/ las culpas que debimos pagar los dos.
(...)

"Romance de Barrio", de Homero Manzi.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Ellos sólo serán ritos perdidos en nosotros.



Y disparan frases de honor, menciones incoherentes acerca de la hombría.







viernes, 22 de agosto de 2008

Se hará justicia


In a lifetime.

Deberás recordar esto: un beso es sólo un beso.

Tiempo en mis manos (...)

Llorar por las noches si es necesario,

¿Es por eso que la llaman tristeza?

Es por eso que la llaman tristeza


martes, 5 de agosto de 2008

The year of the cat.




On a morning from a Bogart movie/ in a country where they turn back time/ you go strolling through the crowd like Peter Lorre/ contemplating a crime/ she comes out of the sun in a silk dress running/ like a watercolour in the rain/ don't bother asking for explanations/ she'll just tell you that she came/ In the year of the cat...



(...)

(Al stewart, "The year of the cat")


Cuando escuché esa canción por primera vez me reí del título, pensé, profundamente preocupado: ¿Sería una cuestión horoscopal oriental? ¿Algo referente a algún "film noir" de los 40' o sencillamente una burda y popular referencia a la prostitución? No pensaba indagar en el asunto.


Pero bien seguía sonriendo procuraba acercarme más y más a la historia (propiamente dicha). Salí de mi oficina, como todos los viernes le dije a mi secretaria que me iba más temprano, antes de que el peso de toda la semana derribara eternamente mi voluntad de volver el lunes. Cuando sin esperarlo (y la verdad es que siempre lo espero) apareció ella ¿Mujer fatal? era una idea ¿por qué otra razón hubiera querido ser detective privado? -No tengo dinero, le advierto- me dijo sin abogar por mi piedad. -Pero necesito su ayuda- ahora sí un poco más transigente -y yo sé que solo usted puede ayudarme-. Lo pensé no más de 1 minuto cuando, y aunque mis bolsillos carecían de relleno, di cuenta de que ya me había inmiscuido en el misterio, simplemente por estar en este relato, así que no me negué a brindarle mis servicios, aunque sabía de por sí que los problemas serían demasiados.


Los gestos y los dejos de seducción que yo quería remarcar, a veces por fantasiosos que fueran, llenaban la escena y nos recordaban los papeles que cada uno ocupaba dentro de mi imaginario. -Métodos innovadores- le dije, -con el aval de las mejores agencias norteamericanas- grandilocuente y díscolo, de haberme visto de afuera de seguro me hubiera reído de mí mismo. Pero cada segundo que pasaba en el que ella me escuchaba callada, la realidad se hacía presente y más tristeza irradiaban sus ojos; intentos vanos por ponerle humor a la atmósfera, escuché atento. Su predicamento era un típico relato bohemio: matrimonio temprano por dinero, infidelidad, mafia y una hermana desaparecida. Sin saber exactamente por dónde empezar, pero en vistas de que la excitación por un caso así era inmensa, y más que nada en vistas de las caderas prominentes que destruían por completo mi atención, la cité al otro día, un domingo, en un pasaje oscuro de una calle aledaña, para darle mis primeras impresiones sobre el caso; conveniente para mí, tendría la noche entera para pensar qué decir.


Dos de la mañana, todo parecía tranquilo, un par de gatos amontonados en la basura, maullaban desesperados por comida; la vi venir de lejos, desde la otra esquina, para mí sorpresa sonreía, y caminaba despacio, el golpeteo de sus tacos, que sin duda remarcaban el esplendor de sus piernas, retumbaban... y entonces un disparo, y entonces me quedé sin fantasías, entonces corrí (como siempre) entonces el lunes volví al trabajo (como todos).



Aunque mi profesión sea muy llamativa, no escapa a la rutina.

viernes, 4 de julio de 2008

Nos detuvimos.




Acaso te llamaras solamente María../ No sé si eras el eco de una vieja canción,/ sólo se que una noche fuiste hondamente mía/ sobre un paisaje triste, desmayado de amor...

El Otoño te trajo, mojando de agonía,/ tu sombrerito pobre y el tapado marrón.../ Si eras como la calle de la Melancolía,/ que llovía... llovía sobre mi corazón.

(...)


(Cátulo Castillo, 'María')


"Ellos siempre harán que un enamorado se sienta un tonto" café de por medio esa frase se repetía en mi cabeza, yo que en ese instante me decidía a empezar a fumar, como si alguna imagen de Humprey Bogart me diera la certeza de que la agonía se pasa mejor con vicios, y como si desde afuera una cámara me filmara, quería padecer de una bella manera. El suicido era la única salida viable, pero rencoroso yo, sabía de la perfección de la idea y no la barajaba como algo para hacer, en cierto punto lo disfrutaba, pero nunca, nunca me tomé en serio. Fracaso de fracasos, intentando tomar whisky como si eso fuera... me hiciera. Remedio de remedios."Recogeré las piezas y compondré mi corazón, realmente no sé por dónde empezar" tres cubitos de hielo haciendo su característico sonido cuando muevo el vaso bruscamente, cuando busco desesperadamente la razón ajena, busco eso que me delega su imagen, una melancolía caprichosa y necesitada,

"Nunca podrás cambiar el modo en que sienten".

Si realmente yo quisiera como no se debe querer, yo sería solidario, pero no lo soy, nadie lo es, soy egoísta, somos, los dos y eso no es malo, es una virtud, lástima que no puedan verlo, tal vez por eso quiero que te quedes ¿Qué satisfacción más grande habría? Entonces digo, no me importan tus argumentos, lo que sé, es que sería más infeliz, aunque tal vez más sabio, si te vas definitivamente. Y en el ínterin alego: podría (por qué no) gustarte ese juego, del que está hecha la especie.

"Así que adiós, pero por favor no te lleves mi corazón" Viajante de viajantes, con la mente volamos a donde queremos, porque si yo puedo oler los cafés de Nueva York sin siquiera haber pisado un aeropuerto, podemos estar en el lugar más perfecto y más mentado, abstraído de realidades chavacanizadoras. Lo mejor está en los sentidos que desean, en la imaginación de las sensaciones, de las ideas absolutas; donde queremos, donde sabemos: el caribe, la estepa rusa, el Tibet; es la magdalena de Proust que nos transporta. "Pero recuerda esto: cada otro beso que alguna vez des, mientras los dos existamos; cuando necesites la mano de otro hombre, ese con el cual realmente puedas rendirte, yo te esperaré, como siempre lo hago. Es que hay algo ahí que no se puede comparar con ningún otro."

Y tal vez si deseo, el deseo debería ser eterno, porque ahí podría encontrar el punto exacto donde exploten mis emociones... tal vez quedarse en vigilia eterna sea lo incorrecto, eso que quiero que quieras hacerme hacer, como Humprey Bogart nunca lo hubiera hecho (por eso busco su imagen en un Cary Grant).


"Tal vez, sólo tal vez, hayas estado besando a un tonto..."

lunes, 23 de junio de 2008

Melancolía





La historia de la melancolía/ nos incluye a todos./ me retuerzo entre las sábanas sucias/ mientras fijo mi mirada/ en las paredes azules/ y nada./ me he acostumbrado tanto a la melancolía/ que/ la saludo como a una vieja/ amiga./ ahora tendré 15 minutos de aflicción/ por la pelirroja que se fue,/ se lo diré a los dioses./ me siento realmente mal/ realmente triste/ entonces me levanto/ PURIFICADO/ aunque no haya resuelto/ nada/ (…) / hay algo mal en mí/ además de la/ melancolía


'Melancolía', de Charles Bukowski


jueves, 22 de mayo de 2008

De esclavos y lobbistas


Entonces como gran impostor escuchaba Vesti la Giubba, de esa opera de los payasos, “I pagliacci” de Leoncavallo... y después Caruso de Lucio Dalla (esa la tengo más clara). Ganas de llorar, entre las dos versiones de Pavarotti, la de Andrea Bocelli, y la de Dalla... ganas de llorar y de sentirse bien, de entender la satisfacción. Pero no.


Creo fervientemente que hay un punto en la vida de un hombre (sexo masculino) donde descubre a Brian Ferry. Después de eso uno se da cuenta de que en su vida lo único importante es encontrar la mejor versión de "Slave to love" o el mejor video en vivo de "Limbo" y ver Psicópata Americano tratando de buscar la equivalencia a ese peinado tan generacional, pero a la vez tan único. Y tararse cantando, porque es imposible seguirle el tempo (por lo menos en sus canciones más autónomas) y darse cuenta el por qué del odio que le tenía (y tiene) Brian Eno, de porque es tan básicamente funcional a cualquier emprendimiento, a ese nervio que él siempre está dispuesto a hacer perdurar; tendría que practicar años para poder hacer todas esas muecas que realiza con la cara, como si sus músculos reaccionaran directamente al sonido, como un espasmo sutil, tal vez la música sea eso. Pero centrándome nuevamente no en Ferry propiamente sino en su idea, lo que debería ser para la especie y para cualquier humano con un poco de sensibilidad; es que hay sencillamente algo en ese erotismo apolítico que le escupe a la ideología y aboga por la moral sentimental, como un postulado romántico acerca de lo imponente de las emociones cotidianas, que más allá de las camisas y los trajes, nos habla principalmente de lo superficial, de lo llano, eso que resulta tan complejo, y tan cool. Y que obviando las reminiscencias a Oscar Wilde, epicúreos y si jugamos un poco con lo intelectual, por qué no, a Nietzsche (entre tantos otros) nos transporta al plano de las formas, la despreocupación por el todo y la continuidad del manierismo, con lo volátil, lo liviano, flotando, Ferry flota y no lo busca, no se preocupa, pero flota.

Desde esas vueltas cristalizadas luego en destino, una audición para ser la voz principal en King Crimson un rebote y la bronca que le dio vida a Roxy Music (agradecemos al destino entonces) Bryan Ferry siempre fue esa idea que se muestra, ese Ferry perspicaz, que mira con fijeza puntos indescriptibles, invisibles al ojo común; ya sea pelo largo, ya sea ojos delineados, ya sea más rocker, ya sea más yuppie, ya sea más glam, ya sea art-pop, contracultural, comercial o british, las contradicciones son el juego y hacen en su conjunto un postulado: se niegan a sí mismas, Ferry con su liviandad las niega, simplemente por estilo, y porque demuestra (o intenta indirectamente demostrar) que eso no es importante, y esa imagen forzada, probablemente irreal, es la que a fin de lo que por esencia es una carrera, cuenta, nada más. Y si bien Avalon fue el sumun de las despreocupaciones que Roxy Music venía profesando (esa madurez del sonido definitivo) la ironía final, que devendría para el público en el principio de la carrera de solista de Ferry, es en realidad la salida de Eno lo que le da vía libre a Roxy Music para degustar la avaricia comercial y sin dudas desenvuelve el rollo artístico ya gastado, de un sector para la época muy gastado.

No es ingente pensar en cómo Ferry se reproduce involuntariamente, como un virus, desde la liviandad de la pantalla de un televisor, pasando por los bajos armoniosos en un estéreo. Su música (suya únicamente) invade los espacios y se instala, como un viejo una pipa y un sillón de una sola pieza, en el ambiente mental y se repite cual disco de vinilo (únicamente de vinilo) eterno, es la candidez conformista, elaborada y profunda, del placer sensorial. Todo, absolutamente todo en Ferry, en lo que proyectamos de él, está dispuesto como un gran sistema, todo un engranaje, en donde la suma de todas las partes conforma lo primordial: la pose; cada palabra, cada letra, cada movimiento, nota, sonido (probablemente involuntario) se predispone a sufrir, a ironizar, a satirizar, a divertir, o en su conjunto, como decimos, a relajar, y no pensar, no pensar pensando y principalmente sentir, culposamente sentir, inocentemente sentir. Sentir desde la imagen que nuestros ojos absorben, desde mi esfuerzo por condensar en él (uno más, uno del montón, algo especial)"todo".


Entonces, entre dandies, playboys y snobismo a ultranza, decimos, como premisa pura verdadera profunda e irrefutable, que Ferry es fuera de toda humanidad, simplemente es; es estilo puro.







Bryan Ferry is to Modern Music as Humphrey Bogart is to Classic Cinema. If you don’t get it, you don’t get it. But you do get it, or else you wouldn’t be here.

domingo, 20 de abril de 2008

Tiempo



Hojas caídas en la noche ¿quién puede decir donde soplan? Como un sueño en la mañana ¿quién puede decir dónde vamos?


Susurros, la felicidad que esta noche se presenta impetuosa en mi piel caduca en la grandeza de tus ojos. Susurros, veo sin niebla la rapidez de tus parpados que dejan salir lastimosamente la luz y el calor, prados verdes en días de primavera, veo la puerta de entrada a mil iglesias, todas distintas. Finas líneas de palabras que sin duda destrozan el silencio natural, palabras ciertamente innecesarias que sólo dan cabida a la ignorancia, palabras que tarde o temprano sólo pueden hacer daño, sólo pueden lastimar. Disfrutemos del silencio la devenida hipocresía, eso que llamamos amor, disfrutemos de tus ojos que por más coloridos destellos que presenten son puros, verdaderos, no mienten al mostrarme quienes somos en esta muda copresencia. Susurros, que pronto se convertirán en murmullos circunstanciales, porque puedo leer en tu cuerpo, en tu carne que no somos más que humo en la noche densa, que somos un cuerpo que se halla en su propio entendimiento, no es necesario explicaciones simplemente porque no las hay, nunca las hay. Si sólo hiciéramos lo indebido, si sólo nos hundiéramos en la incultura, volvámonos indiferentes a la idea de que hay un mundo sumamente imperfecto alrededor nuestro, ceguémonos de visión total y parcialicemos esta realidad sólo en los fragmentos más bellos, observemos a los que nos miran, innumerables ojos desde el cielo que brillan en busca de algo que por un instante sea realmente verdadero, algo eterno en su devoción. Miremos la construcción humana su tangible belleza y su inmanente sentido de melancolía, toquemos el mármol debajo de nosotros, concibamos la inmortalidad por debajo de nuestras narices, seamos más que eternos, convirtámonos en parte de este todo, seamos innegables el uno del otro, y seamos uno para lo otro. Hagamos de esta noche la primera de mil rezagados días de sol, y por más que todo termine, ese es el arbitrario papel que juega el destino, no olvidemos que intentamos sentir sin intermediarios, recordemos, mas no los hechos, sino las sensaciones semi divinas que llevan al éxtasis del espíritu y que sin duda fueron nuestras en esos efímeros instantes, neguemos todo indicio que nos haga pensar que fueron ilusorias.

Y acallemos estos susurros de muerte y de vida, que bien como lo plantea la premisa fundamental de estos absolutos, entreguémonos al misterio de esta noche, que recién termina.



lunes, 14 de abril de 2008

Control.


Sobre esas frases tan livianas estoy yo, parado entre lo que ellos creen relevante y el vacío de las palabras actuales.


Empieza, como un impulso asesino, sí, asesino, y no estoy exagerando, ni siendo grandilocuente o pretencioso, no. Deseo, ganas de matar, a quien sea, al que camina al lado tuyo en la oscuridad, al que luego habla, al que se sienta de un lado y no del otro. Furia, rabia, la cabeza arriba, luces indecisas, ni apagadas ni prendidas, una histeria colectiva, ángulos, pelos, putos la mayoría, putos todos. Comienza la mentira, con expectativa, mucha expectativa, en demasía brota de los ojos, de la lengua (siempre solitaria por supuesto) pero desganado en el habla, te inmiscuís en esa viscosidad, asquerosa y molesta, pero no incomoda, placer de maldad, pura y exquisita maldad, te convertís en un nazi, un racista, juzgás sin saber, sin entender nada, pero te encanta, te da placer, casi acabás, un orgasmo egoísta, el más egoísta, ni masturbación, simplemente se hace, no lo haces vos, no lo producís, ni nadie.
Entonces sigue, y tocás los bordes de tu trono, con miedo de abarcar más de lo que da tu reino, y mirás la frontera con asco, a veces con envidia, golpeas, pataleas y sentís ganas de vomitar encima de todo, porque queres sacártelo, no lo aguantas, (además ya no juzgás, que te importa el bien, el mal) pero lo pretendes. Entonces sigue, sigue y se calma, encontras tu cuerpo, ubicas tu mente y utilizas el tacto, esta áspero y eso te atrae; suena una canción, la música del fondo, vos, ladrón, criminal, te la robas y la llevas hacia delante ¡usurpador! Y apretas el puño, sabes que perdiste la oportunidad de ser racional, de jugar al “tipo” de todos los tipos que creen que saben lo que luego van a decir, aunque después utilices tu hipocresía y falsees los conceptos, hagas una cátedra, un discurso teórico de las “poses”. Calma otra vez, la punzante calma, la que te pide sangre, sed de sangre, de eso verdadero. Mirás a una punta y recorres con la vista el largo y doloroso camino que te lleva hacia la otra, y cuando llegas querés comenzar a bajar (te duelen las viseras) lo haces, bajas, aunque no esté permitido, te chupa un huevo, la mitad del otro, seguís, y seguís cometiendo faltas, te olvidas de lo interior ¡asesino! Sabés que no podes, que te van a atrapar, sin embargo una vez que estás abajo transitás hasta el otro extremo, y puede que estés llegando a la claridad, gozas… es un rectángulo. Ya perdido, te fijás en las texturas del mamotreto ese gigante, crees rugoso, luego liso, pero lleno de pozos diseminados sin ningún orden, sin lógica, pero adrede. Extraes caras, las observas, carentes de volumen, de hilo conductor, encontras la narración pura de tu espíritu, sos, por esos dos precisos segundos, un zombie, fuera de todo; lo único verdadero que podrás llegar a ser.

Aunque sea contradictorio el tiempo pasa, y te das cuenta, es triste, tal vez hasta tedioso por definición; ya sedado (que importa, ya mataste) haces una ultima observación, sinuosa y escondida, con destellos de ira, apretás los dientes fuerte muy fuerte, un lado, el otro, las paredes, la podredumbre de la gente, la cosa verde que se ilumina y que mintiendo dice “salida” pero que no lleva más que a Bs. As., no tenés escapatoria, sólo escalones. Final, pensás, tratas de delegar emociones, estás jugado, y lo haces, pero sabes, engaños, nomás; “Love will tear us apart” sacudís la cabeza (despacio) para arriba, para abajo, y como un espasmo movés las piernas. Muchos se van, vos no, no sabes por qué, pero te hipnotizan los nombres y las palabras, la aún persistente oscuridad, que se va y sólo queda en tu mente, las luces se encienden, se apaga el proyector y hasta que tus coterráneos no pisan el suelo, las demagógicas escalinatas, vos no salís. Un minuto más y serias el ser mas coherente y perspicaz, pero gastado te vas y todo vuelve a comenzar, miras los afiches, “próximos estrenos”, próximas mentiras. Construís un poco de retórica, sonreís y cerras las puertas.



lunes, 7 de abril de 2008

Afiches




Cruel en el cartel/ la propaganda manda cruel en el cartel/ y en el fetiche de un afiche de papel/ se vende la ilusión/ se rifa el corazón...
Y apareces tú/ vendiendo el último jirón de juventud/ cargándome otra vez la cruz/ ¡Cruel en el cartel! te ríes, corazón/
¡Dan ganas de balearse en un rincón!
Homero Expósito (Afiches)

Podía llegar a pensar que las cosas no me habían salido bien por mera contingencia del destino, amagues de esos dignos de una canción, o de un film de domingo por la tarde... esos que barajan con el ascenso y descenso de las ilusiones, el triunfo y la tragedia, todo a la vez, todo, en una hora y media de luz tenue al lado del televisor, como si bastara un mate, dos biscochos y un poco de saliva tragada para poder pasar ese desencuentro con la fe. No, no caminaba por la calle en invierno, ni se me desangraban las pupilas de llorar en los umbrales de una Buenos Aires que yo quería ver fría, muy fría como en "Descalzos en el parque", imaginada tal vez una Nueva York festiva entre pinos falsos, capitalismo a ultranza y un nene que mira desecho cómo pasa el carnaval, sin que lo dejen pasar a la fiesta. No, era sólo una bufanda en el cuello y mis deseos de que el tiempo me regale dos horitas para poder caminar por Recoleta, mirar los edificios, obviar a la gente que los habita, y pensar, tratar de reencontrarme con la satisfacción que me delegaban esas ideas, volátiles, de la desesperación, esas que tanto placer psico volche transmiten a mis nervios, una soberbia exquisita que mis allegados no podían percibir. Y por qué no, convencerme de que lo que me estaba pasando era digno de las más acérrimas tragedias existentes, y a veces creo que debería ser así, sin pensarse, sin dialogarse, lo triste es triste en todas sus formas artísticas... pero al fin y al cabo tanta sociología al pedo, que ni el más triste tango podía despertar lagrimas verdaderas en mi, y sí, surgían otras que fueran originadas por un documental sobre la masacre de Trelew. Alan Pauls al revés, yo no podía llorar mis circunstancias (las recreaba en mi mente, abstraídas de mi vida, a ver si lograba algo) era la historia de un llanto aferrado a ese progresismo que se pretende tan cercano a lo vital, a la especie.

Probablemente mienta, tan sólo una parte de mi creía que si todo se analiza cae en síntesis y por ende se guarda en la parte más rígida del cerebro, una forma de seguir sin ser ingenuo con uno mismo, un individualismo muy, pero muy, placentero y funcional. Por otro lado sufría por no poder mantener ese espontáneo hedonismo, que luego se transformó en otro más razonable, menos fiestero. Aún así todo seguía siendo digerido, yo deseaba ver los afiches sin pensar, quería mirar para arriba, ver los árboles y decir que es bello, sin pensar por qué, sin requerir análisis, echándole la culpa de todo lo que aparentaba ser trágico (y que ya lo era en ese plano ) creerme esas mentiras (mediocres tal vez) de los estereotipos, de ella. Intensamente sentir, y tomar, y curda, y desesperanza, y olvido, y recuerdo otra vez; lo típico, lo lindo.

Por eso las diferencias, no poder posicionarme desde el trasfondo, tal vez mi existencia. Me paré, miré y recité, Las cuarenta: "...vieja calle de mi barrio donde he dado el primer paso, vuelvo a vos gastado el mazo en inútil barajar; con una llaga en el pecho, con mi sueño hecho pedazos, que se rompió en un abrazo que me diera la verdad...” sólo la música lo permite.

Y fue ahí cuando empezó entre tantas conjeturas. Construí lo impersonal.













jueves, 13 de marzo de 2008

Palestina 748



Ya sé que no es oportuna la ocasión, pero estoy sentado acá mirando las copas de los árboles, los balcones con gente, las calles con humo. Y lamentablemente todo me recuerda a vos, esa muda expresión de lo clásico, lo intangible, lo cercano; pero fundamentalmente lo real.





Cuadraditos, pequeños y verdes cuadraditos, viendo en partes la vida bella en sus formas más banales, como si no existieran estratos más allá de las copas de los árboles que pierden, como yo ya he perdido en días de otoño, hojas que no siempre están marchitas. Y que viendo lo rojizo que a veces puede tornarse mi panorama, mi visión, mi mente, me he acordado que nunca he visto un árbol que no esté rodeado de vida sin vida. Tanto sea esta conjunción de ladrillos o el pavimento que es divisado a lo lejos, y que sin duda han sido parte de la pecaminosa construcción humana, por lo qué, debo decirlo, me he entregado con gusto al pecado, dando cuenta que para mí morder aunque sea un poco la fruta prohibida, no resulta en la salida sino en la entrada a mi paraíso. Éste, lleno de ruidos insoportables, ventanas a gran altura y puertas sin salida.


lunes, 3 de marzo de 2008

Corte y confección




Con tus venas cargadas de noches, te hallas entre los hombres cómo un epitafio en medio de un circo.

E.M. Ciorán


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Hay sueño en el aire esta noche/ a la cual no puedo arrancarle palabras/ que despabilen a la inspiración/ quiero decir todo eso que es bello e impuro/ no soy más que el silencio interior/ no soy más que la desidia exterior/ y siempre vuelvo a mis instintos/ rancio amanecer, suicida amanecer, continuo amanecer/ “ve tú a esos distritos de tristeza”/ la ciudad se desmorona/ pánico en las calles/ sólo eso.





sábado, 23 de febrero de 2008

Lastima bandoneón


Esta que vemos. Esta ciudad que tiene un perfume tan particular, un sonido tan propio. Esta Buenos Aires de gente joven con jeans o con saco, que quiere hacer música y empieza por donde habitualmente empiezan los jóvenes: por el ritmo. Esta ciudad en la que tienen un lugar importante los roqueros, los que hacen la música que ellos llaman progresiva. Se les pasará... Llegaran al tango, con los años llegaran. Ellos apuntan a Buenos Aires, y está claro que es así cuando incorporan un bandoneón a sus formaciones. Por supuesto que ese bandoneón cumple una función casi decorativa, es casi un saxofón. Pero ellos quieren hacer música de la ciudad, y a mí, ser uno de sus ídolos es una cosa que me emociona.

A esa ciudad de la humedad y de la nostalgia esta dirigida mi música, mi tango.


A. Piazzolla
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Yo lo descubrí ahí en donde nunca está, en donde son otros los que invaden su sentir. Él era todo ese estereotipo, como me gustaba mirarlo. Perfecto, el humo que se quedaba apropósito rondando su rostro, el café negro y siempre frió, el tarareo de sus labios; y su especial debilidad por el truco de a seis.
“¡Acaso te llamaras solamente María!” una vez lo grito, no se dio cuenta y no era algo extraño pensar que estaba herido, o por lo menos así yo quería creerlo. Nunca le hablé, una vez me dijo algo así como “che pibe, tenes un tabaco” a lo que bajé la cabeza y seguí mi destino en otras mesas, no me sentía a la altura de sus gestos, era intocable esa imagen para mí, charro deseo mío de conservarlo como lo soñaba. Si hubiera sabido que sólo sería mi recuerdo gris, que él era eso que yo no podía ser, eso que yo quería retratar.
Tango deseaba, tango me daba el aire, tango que se cruzaba con The velvet underground, con U2, con Pink Floyd y con otros, por eso era difícil saber si realmente me estaba entregando al momento, porque me esforzaba, logré llorar... pero cómo saber. De vez en cuando se pedía una grappa, esos días que de verdad quería olvidar, yo suponía que era por el frió o la lluvia que todo se conjugaba en penas, Marcial del fondo ponía la música: "desde mi triste soledad veré caer las rosas muertas de mi juventud..." y yo miraba como caía en desgracia aquel (único e irreal) cafetín, como ya eran más los turistas, más los visitantes, más que las personas de verdad. En el medio estaba yo, yo que era una especie de ente que no se desidia por un tiempo, que no sabía respetar sus espacios, que tenía miedo de pertenecer a ese ambiente que ya estaba muerto. Pero qué placer, qué placer llegar a comprenderlos aunque sea un poco, sólo aspiraba a eso, a mirarlos y a pensar que entendía la angustia fuera de toda preocupación posmoderna. Mi maldición maleva, yo sufría a través de ellos, no por ellos, sino por otras heridas, "nací a las penas, bebí mis años..." me gustaba pensar que realmente podía ser así, que alguien podía ser la perfección de la nostalgia.
Buenos Aires como lágrimas de bandoneón, el viejo con bigotes que caen de costado hacia abajo, sin fuerza, las arrugas blancas, lo poco plateado de su sien. Por mis bosquejos de esa perfección, deje de ir un par de días, vagué y pensé demasiado en el tenor de su voz, en si realmente valía la pena que le siguieran pasando los abriles ¿no sería hermoso un adiós muchachos y final? o por lo menos para mí, para poder arrancarme esa presión, esa que me delega su imagen, mi condena es no poder elegir ¿desear tal vez? lo que no me corresponde. No quise mirarlo.

Como un intento de Borges, al no poder negarse a sí mismo para poder pertenecer en ese ambiente, intente circundar esas calles, delimitar las ochavas que ya habían desaparecido, teniendo la dicha de ser el espectador de, simplemente, lo único que quedaba de la creación de esa irrealidad de otras épocas, que alguien, tal vez de mí tiempo imaginó. Ese día me acerque decidido (si la muerte tuviera algo especial a dos chicos jugando en la calle) imágenes malevas, entre cuchillos y noches, penetraban; no emitió sonido, y fue ahí cuando me acordé de "Sur": "¡si yo te quiero turra mía!" el empedrado mojado y ella yéndose.
Soltó el cigarrillo, dejó el café y cantó las cuarenta.





A mi viejo.

domingo, 17 de febrero de 2008

I guess that's why they call It the Blues.



Yo sé y estoy completamente convencido, que al caminar por estas calles, la virulencia de las acciones que se desatan en mí, me convierten en uno más de sus perfectos engranajes.


No era de esperar, ciertas veces la luz de la ciudad se escurre por mis paredes, entrando desde el balcón, pasando por la enredadera marchita y filtrándose a través de los huecos de la puerta cancel. No, no era de esperar, por eso salí a la calle con conceptos, objetivaciones, ideas. Tal vez era eso: una idea, como ninfas escondidas entre los árboles, la belleza más somnolienta. Esquemas arraigados, una visión foucaultiana de mi sentir, redes de poder, juegos, planos, eso, nada más, un residuo del andar post-industrial, una forma capitalista de emoción.
Pero cuando caminaba todo desaparecía, creo que ella (o él los géneros nunca serán substanciales) nunca supo de mis construcciones y destrucciones, de mi visión que se escapaba hacia arriba mirándola, de mi olfato que sentía su perfume en los lugares donde estuvo o no, de esa abstracción forzada a todo pensamiento superador que yo pretendía. Buenos Aires era su piel, y yo no lo deseaba así, pero en la intangibilidad el deseo se condensa. Me lo repito una y otra vez, simplemente no lo esperaba, y en la distancia, en el encuentro con lo efímero, lo superfluo, que tanta pasión espontánea acarrea, todo sale a flor de piel, el arte, mí arte termina siendo una mentira más gracias a ella, a esa idea que tapa lo vital.
Sin embargo y después del tiempo necesario para darme cuenta del placer de lo que tal vez sea una canción, un libro, una película, de lo que finalmente es ella, que otra cosa que ese romance ineludible con lo trágico, con la imposibilidad de ser uno en el encuentro con el otro.


No la esperaba, pero me encontró y no puedo evitar convivir con ella, que está ahí, entre la luz, la ciudad y mi sentir; con sus ojos, sus labios, su boca; con su belleza que ya me sabe a fábulas dulces.

lunes, 28 de enero de 2008

Las habilidades perdidas



Una vez escribí algo sobre un beso ¿lo escribí? No recuerdo ¿era una canción? ¿otra mierda más? No importa, nada me hace sentir mejor (y cuando digo mejor digo peor) que una canción de Steve Winwood a las 6 de la tarde un sábado nublado.






Me canse de pensar qué decir acerca de Steve Winwood y mi idea de que tal vez sea la representación exacta de lo único que importa en la vida. Simple, no conozco a Steve Winwood, nunca lo escuché hablar, nunca lo vi haciendo otra cosa que no sea cantar, no sé qué piensa de algo. Nada, sólo vi sus actuaciones en algún programa (cuando aún estaba en Traffic) sus videos de los 80’ (muy ochentas por cierto) su evidente fascinación por el sintetizador; y un video muy viejo, donde casi no lo reconozco, que pasó una vez Capusotto, en un festival cuando tocaba (y cantaba) en Spencer Davis Group, creo, o más viejo cuando estaba en Blind Faith. Algo similar me sucede con Bernie Taupin, no puedo dejar de sentir empatía, y no puedo no dejarme llevar por su ignominiosa transparencia, su relativización a ultranza de mi sentir más profundo; me transporta a una escena tan arraigada (llegando tal vez a despertar un latente estado burgués de tranquilidad hedonista) de tristeza pluvial. La música no será criticable (como tal, me abstengo de hacer juicios de valor, cosa que debería hacer) él no será más que mero producto norteamericano consumista (de muy buena voz) de una generación "vendida", sus letras evasivas de algún tema que se pretenda vital a simple vista. Entonces ¿qué? Dejémonos estar en ese estado de limbo que no dice nada, porque la vida no es gran cosa, a los ojos de nuestra vida; es fundamental entonces saber que si escucho a Steve Winwood voy a estar escuchando no a mi culposidad como ser que se pretende pensante sino a mi lenguaje más primal, mi necesidad de goce fuera de las pretensiones, porque ya nada vale y ya nada tiene sentido o es profundo (mucho menos lo que se pretende como tal) y no lo digo como un desganado relato de mi tiempo, sino como una forma de autodescubrimiento: ya todo me sabe a inconexo, a una falaz búsqueda de causas, y no es que estas canciones sean praxis, ni rutina, ni cotidianeidad, ni consecuencia de algún valor normativo del mundo actual. Son descripciones explícitas de lo fantasioso, de lo que no me representa (aunque todo el tiempo navegue en el arte buscando las sensaciones exactas, que llegan ilusoriamente y liberan endorfinas de placer, muchas veces a través de lágrimas) pero son, sin embargo, ideales.




domingo, 13 de enero de 2008

Va a estar bueno Ponylandia..





Me di cuenta que estando en el tumulto de lo que se oculta para estar bien, uno tiene que relajarse.


Caminábamos por una ciudad que no nos pertenecía, aunque yo fervorosamente pensaba lo contrario, ella se jactaba de su desprecio, yo sonreía pensando que no hay belleza si no hay contradicción. Ella la detestaba, un odio fundado, razonable. Igualmente no se quejaba del paseo, el humo de los autos incendiados oscurecía el cielo y el ruido de las sirenas, junto con el de las armas (que se disparaban constantemente) nos daban ese roce de entretenimiento, como si todo fuera un gran circo, nosotros sólo dos espectadores infantiles, pero sin miedo, no era nuestro tiempo ni nuestra realidad, era una transposición, circunstancias diferentes. A mí me interesaba la causa, pero sabiendo el final todo me resultaba estéril, perdía gracia, tal vez no sentido, pero eso no nos importaba, sólo queríamos divertirnos.

Ella directamente miraba todo desde el panóptico, sobria, indiferente, y con un casi natural sarcasmo, "La vie en rose" reía de costado. Yo caminaba apurado, tenía la necesidad vacua de ver la torre Eiffel al lado del obelisco; oportunidad única -repetía-, mientras observaba su aburrimiento y la falta de interés, ella quería volver al sur, Cannes o tal vez Avellaneda.

"El espíritu de los tiempos no correspondidos" que tanta añoranza y melancolía me habían producido alguna vez, se diluían en los deseos de ver el paisaje y de recorrer ese tumulto, me sentía un turista, era mi ciudad, distinta y amalgamada (los empedrados, las calles, la policía, los bastones, lo bohemio, lo burgués, lo propiamente urbano) para ella era lo mismo de siempre, y el revuelo era un signo perdido, de niños mimados, de burguesía al revés, de intenciones no realizadas; se estaba cansando no quería caminar más, yo en cambio quería seguir explorando, para mi era sorprendente e irremediablemente bello, más aun en el libido de la lucha (entendía como lo divertido dejaba de serlo).

No quise perderme las palabras de Foucault, Sartre, Ricoeur y los otros, ni las notas de Piazzolla que seguramente hubieran sonado tan bellas estando debajo del arco del triunfo, ni la elegancia despreciada por el anarquismo; pero tal vez ella tenía razón, lo ganado ya era una imposición, lo demás era simplemente triste y contradictorio (ella odiaba esa palabra) era mejor irnos a llorar que quedarnos observando.

Llegamos a casa y como decía Borges "la noche se ha quedado en los ojos de los ciegos", por la ventana todavía se escuchaba a algún pendejo cantando la Marsellesa o alguna otra de Los Redondos

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